Era el 20 de Mayo de 1992, y toda Europa, y particularmente ``un petit país´´ miraba a Londres, y en concreto, a Wembley. Allí, se disputaría esa misma noche la que podría suponer la primera gran noche europea para el barcelonismo, y el primer título de alcurnia, además de ligas y copas.
Los culés ya habían disputado dos finales anteriormente, una en 1961, donde los palos y un gol en propia puerta de Ramallets concedieron el título al Benfica y la otra, y aún más traumática, en 1986, donde se perdíó en los penaltis frente al no muy conocido Steaua de Bucarest, que levantaba el trofeo en un Sánchez Pizjúan casi vacío (pues la mayoría de afición ya había marchado).
Pero no, todos los barcelonistas estaban seguros que bajo la batuta de mando de Johan Cruyff no volvería a pasar algo así, y que la débil Sampdoria (que actualmente está en la Serie B) no sería rival frente a Stoichkov, Bakero, Guardiola y compañía.
Con una Barcelona vacía, sin un alma en las calles, comenzó el ansiado duelo soñado por jóvenes y anhelado de nuevo por mayores. Pasaban los minutos y las ocasiones, pero la portería de Gianluca Pagliuca no encajaba gol alguno, dejando a aficionados, entrenador y cuerpo técnico sin uñas que morderse.
Terminaron los 90 minutos reglamentarios, y al verse en la prórroga, ya podían ver con desdicha la nunca deseada lotería de los penaltis, que les podía costar otro título europeo.
Entonces, llegó el minuto 111 y Ronald Koeman preparó para tirar una de sus típicas faltas, mientras Pagliuca preparaba la barrera. Tirando de casta, pegó todo lo fuerte de pudo y la coló dentro, haciendo realidad lo que los culés habían deseado durante tantos años y que ahora era ya una realidad.

Lo que pasó después ya es historia: el levantamiento del título, Nuñez llorando (como siempre), Gaspart vayándose en la fuente, Cruyff festejando; en definitiva, una serie de acontecimientos que pusieron los cimientos para un barça que pasó a la historia hace ya 20 años, pero que a mi me parece que fue ayer...
Los culés ya habían disputado dos finales anteriormente, una en 1961, donde los palos y un gol en propia puerta de Ramallets concedieron el título al Benfica y la otra, y aún más traumática, en 1986, donde se perdíó en los penaltis frente al no muy conocido Steaua de Bucarest, que levantaba el trofeo en un Sánchez Pizjúan casi vacío (pues la mayoría de afición ya había marchado).
Pero no, todos los barcelonistas estaban seguros que bajo la batuta de mando de Johan Cruyff no volvería a pasar algo así, y que la débil Sampdoria (que actualmente está en la Serie B) no sería rival frente a Stoichkov, Bakero, Guardiola y compañía.
Con una Barcelona vacía, sin un alma en las calles, comenzó el ansiado duelo soñado por jóvenes y anhelado de nuevo por mayores. Pasaban los minutos y las ocasiones, pero la portería de Gianluca Pagliuca no encajaba gol alguno, dejando a aficionados, entrenador y cuerpo técnico sin uñas que morderse.
Terminaron los 90 minutos reglamentarios, y al verse en la prórroga, ya podían ver con desdicha la nunca deseada lotería de los penaltis, que les podía costar otro título europeo.


Lo que pasó después ya es historia: el levantamiento del título, Nuñez llorando (como siempre), Gaspart vayándose en la fuente, Cruyff festejando; en definitiva, una serie de acontecimientos que pusieron los cimientos para un barça que pasó a la historia hace ya 20 años, pero que a mi me parece que fue ayer...